El cadáver del calendario

Carita de cuarentona, con los labios pintados de pomelo y la mirada ácida y cansada a partes iguales. Camisa de secundaria, con balcón a unas tetitas pequeñas y caídas, pantalón demasiado estrecho, marcando tirachinas, botas de motera con no más de treinta. El pelo ralo de rata rubia de bote y en su mente una pregunta atormentándole-¿ qué más puedo hacer para detener el tiempo?-. No es la lentitud, ni que las cosas sean cada vez más apagadas; sólo su bonito cadáver, el que dirán, que sea siempre bello, el poder ser apabullante por un infinito; como en las fotos del calendario. Ella fue diciembre en todos los talleres del setenta y siete, algunos se negaron a quitarla cuando acabo el año y se quedo como un resistirse al futuro que, al final, a amarilleado todas aquellos papeles. Las mismas revistas que ahora la olvidan se rifaban sus sonrisas y ahora qué puede hacer?

Ahora que solo miran para reírse, cuchichean, la critican por no haber sabido envejecer. Con su cuerpo desbordado, los colgajos gelatinosos y los surcos entre los que se esconde el maquillaje. Se pasa el día llorando, vigilando los retratos de otros otoños, entonces eran primaveras – que no se estropeen mis recuerdos-, allí piensa que puede vencer por que nadie le ha dicho que ya no le quedan victorias en la manga. Y no son sus caderas generosas, ni su piel manchada,… todo lo que ella cambiaría se corresponde a la realidad, esta aceptado. Son las telas que no consiguen ocultarla, su parecer un payaso triste, un esperpento a la moda, un algo que no debería preocupar a nadie, igual que a ella que debería vivir en su siglo sin más. Pero somos un universo de misses frustradas, de cadáveres que aspiran a ser la próxima foto en el calendario.

LaRataGris

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