Nerestitis levantó la mano y se hizo el silencio. Levantó la mano y miraron su esbelta figura sobre la barandilla. Con melodiosa voz de ángel dijo algo ininteligible a aquella distancia. Mirando en otra dirección lo repitió, saludando a esa parte del público y, mientras todo el mundo aplaudía, se lanzó al vacío.
Con una belleza infinita acabó rompiendose tras un pequeño biombo. El jaleo de los vitores taparon el ruido gelatinoso al desaparecer.
– No se alejen – dijo el hombre de la compañia – en una hora más-. Otro ángel caído para un público entregado a la belleza de lo efímero.
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