Al amanecer se hizo el silencio de las pistolas – Ya no se escuchan ni los gritos, ni los llantos-. Susurramos asustados; queriendo convencernos de que aquello era un final.
– Puede que ya no maten a nadie más pero, ¿y si están esperando que el hambre nos empuje otra vez al punto de mira?- Volverían a silbar sin piedad, rasgando carne, intentando acertar en nuestras ideas.
Poco después alguien salió vestido de esperanza, un instante, se perdió.
LaRataGris







