La pequeña empresaria, pero de ideas grandes, pensó que –la verdad, para lo que vendo, para lo poco que gano- que apenas le llegaba para las casas, los coches, las fiestas y el resto de plurales- quizá es mejor dejarlo todo, puede que buscar otra cuota de mercado.
Ya tenía los pisos, la infraestructura y- los profesionales tendrán que reeducarse.- Solo le fallaban los compradores que se habían venido abajo por no saberse adaptar al nuevo mercado. Ella encontraría la forma de encauzar sus limosnas. – Tal vez pueda ganar un poco, menos de lo que conseguía, pero ganar al fin y al cabo.
Invirtió en anuncios, paseo por las calles voceros y prometió, por muy poco, el recuerdo de los antiguos lujos: No creas que por vivir en la calle no puedes gozar los privilegios perdidos. Solo te costara un euro revivir el pasado, un euro y medio la visita guiada. Ven a nuestros pisos-museo y respira la opulencia que te quitaron.
En apenas media hora repartiría apariencia de felicidad a precios de risa.- A los emprendedores jamas nos faltara nada-. Acarició la idea y abrió su negocio al hambre ajena.
LaRataGris