Solitario en desorden

No había cuerpos, como si cada persona hubiese sido un sueño que desaparece al despertar. La ciudad, que si permanecía, era un desierto de construcciones en desuso. Entre ellas, Andres, se sentía el ultimo hombre sobre la faz de la tierra, caminando caprichosamente por donde le parecía más conveniente. En tres días había viajado de una punta a otra de la ciudad sin cruzarse con más supervivientes o, al menos, sus cadáveres. Las calles estaban perfectamente ordenadas: cada coche en su aparcamiento, se alejaban en coloridas hileras, las tiendas tenían las persianas hechadas y nada, absolutamente nada, parecía dejado al azar. Como si hubiese sido una huida bien planificada desde hacia años pudieron recogerlo todo, olvidándose unicamente de Andres, que parecía el único desorden en aquella soledad. El pobre recogía el aire buscando en sus susurros alguna explicacion. Pero no recibia más que silencio.- Mucho me temo- intentó darse conversacion para no volverse loco- que las cosas son así. Como cuando la vida era de otra manera y todos decían que no se podía cambiar aunque estuvieses triste.
– Tienes razón- le contesto el status quo- ahora formas parte de mi mundo y, como lo has comprendido, ya no te echare.- Y, así, la vida encajo exactamente como encajaba.

LaRataGris

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