Dentro del televisor una imagen de otra pantalla, en este caso apagada. Un guante pegado con cinta aislante a un traje amarillo apareció entre ambos, encendiendo el segundo aparato.- El ébola- comenzó a leer entre tartamudeos- ha puesto a nuestro país en el mapa internacional. Por fin se nos tiene en cuenta.- Acto seguido el mismo guante le dio al botón y el presidente del gobierno dejo de estar allí.
– Un, dos y- el director bajó la batuta para dar la entrada de los primeros acordes del pasodoble. El tren de alta velocidad se acercaba lentamente al anden, como si diera pie a los curiosos para que se aproximaran al sonido de la orquesta. Estos, los cotillas, llegaban con vítores y aplausos, intuyendo una visita importante.
Los primeros en bajarse fueron unos agentes que intentaban pasar desapercibidos cuchicheando entre ellos por el pinganillo implantado. Uno asintió con la cabeza y los músicos se apresuraron para que las últimas notas coincidieran con la bajada del plasma presidencial seguido de un generador portátil. – el ébola- recito el discurso de las últimas semanas- es una enfermedad del futuro. Nuestro país no podía perder ese tren y por eso hemos sido pioneros en su importación a Europa.- Acto seguido invitó a la portadora a unirse al mitin.
Apareció como un cadáver, ayudada a caminar por varios enfermeros vestidos de arriba abajo con papel celofán amarillo, abrochado con esparadrapo y una pequeña obertura bajo la nariz por la que respirar. Zarandearon sus brazos átonos, para aparentar un saludo y luego la improvisada congregación fue abrazando a la enferma.
– No temáis- les azuzaba el presidente mientras la guardia secreta los empujaba- hemos estudiado el protocolo más eficaz.
La gente, alérgica a la muerte intentaba huir sin esperanza, sabían que en cualquier ciudad a la que quisieran escapar llegaría la caravana.
Epiloco.
– Tuturututu- suenan regias trompetas y una salva de siete cañonazos saludan a la tostadora europea. El jefe de protocolo inclina el televisor hasta que su pantalla roza el suelo. Mientras, dentro, el presidente del país, balbucea: «a sus pies, ama»
– Dicen mis informadores- bramo la presidenta de la unión- que todo ha salido según lo planeado
– Si, mi ama- musito sin despegarse del mármol- hemos sembrado el caos mientras pedíamos calma y confianza.
– Perfecto.- mientras hace una tostada de forma eficiente- Sinceramente, creí que tu gobierno la cagaría.
-No, mi ama. Hemos seguido las directrices marcadas. Todo esta donde debe.
– Mejor para ti. Por ahora puedes seguir en tu puesto, ahora le toca a las farmacéuticas controlar el apocalipsis desatado.
LaRataGris