Era tan delicado en las formas que su arquitectura parecía diseñada para lo efímero, el consumo rápido del ver y ovacionar, del mirar sin tocar. Creció de la noche a la mañana, para que el barrio marginal pareciese un algo más atractivo, adecentado e integrado para las inminentes elecciones. Habría tiempo de mancharlo, ya lo estropearían si era necesario que se adecuara a la zona.
Nadie esperaba que esto fuese a durar demasiado. Estaría lo justo y necesario como para que, ni un sólo centímetro cuadrado de la ciudad, pareciese extraño a la evolución humana. Gracias a la edificación el mundo podría observar la transparencia de votar, la perfecta distribución.
-Los simios- decía su excelencia el ilustrísimo señor alcalde- tendrán tiempo de seguir reproduciéndose otro día.
LaRataGris