Operarios

Justo antes de amanecer, tenemos que darnos prisa, colocamos las piedrecitas del camino. Le damos una nueva capa de pintura al cielo y sonreímos por que estamos trabajando.

La jefa indica la disposición de las cosas. Estudia el mapa de distribución y con una mano señala- allí, árbol. Aquí, casa. Acullá, un coche…

Poca gente nos molesta a esas horas. Tres o cuatro que esperan que les pongamos las calles que necesitan recorrer- ¡Vamos!- gritan porque los que madrugan siempre tienen prisa.

De allende el horizonte llega un operario asustado, aspaventando con las manos- Ahí, ¡Ay!, ahí hay alguien en la nada.- un sonámbulo que se salto todas las medidas de seguridad y se quedo a dormir. A veces pasa.

– ¿A ver quien entra ahora a por él?- todos sabemos que nunca es fácil regresar, por eso cobrábamos un plus de peligrosidad que los recortes se han llevado por delante. Aún así lo echamos a suertes y Manel empieza a ajustarse la escafandra, válvulas sin obstruir y cada indicador al máximo. El tiempo es vital para que no se nos acumulen las bellas durmientes, con más observadores más riesgo de un error.

-¿Preparado?-levanta el pulgar y sonríe. En un segundo desaparecen, se convierten en haces de luz, le hablan pero ya no entiende el pito largo y monótono.

Un sonido metálico lo une a la grúa que lo transporta hasta el filo de la nada. Esta solo. Las cosas esta donde toca, incluso el peligro. Salir de la zona de seguridad ralentiza los movimientos. Manel tarda una eternidad en coordinarse, hay un intervalo de treinta minutos entre paso y paso mientras, el sonámbulo parece despertar. Aún debe tener seis meses antes de que consiga abrir los ojos. Acelera su paso, consiguiendo que su aliento empañe la visera.

Pasan días y noches en los que los operarios construyen y destruyen la ciudad a su alrededor, calculan los pasos que dará durante esas veinticuatro horas y vallan un pasillo para que nadie se lleve por delante al hombre estatua. Pasan las semanas, los meses se hacen estaciones antes de poder tocar al sonámbulo que en este tiempo se ha despertado totalmente y con el su dragón del sueño.

El grito lo detiene todo, nos paralizamos, sabemos a Manel muerto.-Tendríamos que haber estado más cerca.- nos lamentamos- Quizá se hubiese despertado con el ruido de la grúa pero Manel no hubiese llegado a entrar.

Dejamos un vacío donde a partir de ahora habitara la bestia, suplicando que muera de inanición antes de que escape cualquier noche y se lleve a más operarios.

LaRataGris

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