La capsula parecía forrada con las ascuas del mismo infierno. Keira creía estar dentro de un horno, empezaba a necesitar un poco de aire fresco, algo que no conseguiría en la pequeña vaina metálica. Por un instante valoro la idea de quitarse la ropa, algo evidentemente estúpido para la elegida. No sería capaz de volver a vestirse, como iba a atreverse a llegar desnuda a la estación orbital, eso era totalmente indecoroso.
Con la dignidad, aquella que le permitía el mar de sudor en el que se bañaba, se sentó como le habían enseñado, esperando que el sistema de respiración de la nave consiguiese renovar el oxigeno.
-Bienvenida a la amigable luna de Lsb- Keira dejó que le ayudaran a pasar por el pequeño agujero del metal.
Las escaleras eléctricas la la pasearon hasta suelo lleno de pétalos de rosas verdes. Su pie descalzo notaba el suave camino.
El jefe de protocolo caminaba a su lado, con la cabeza agachada, mirando el suelo mientras recitaba una vieja letanía.
Aparto sus pensamientos más terribles y se dirigió al castillo, vitoreada por el pueblo de la luna.
– Es un gran honor haber sido la elegida.
-Cuando la descuarticemos todo será precioso, elegida.- Iban desmembrarla en ofrenda a los dioses sanguinarios. Un pincho atravesaría su cráneo sin matarla, para que sintiese cada tajo. Moriría una hora después, con orgullo por una buena y dolorosa tradición.
LaRataGris