Todavía no era demasiado tarde cuando el Coar salió hambriento de su madriguera. Hacia rato que la luna danzaba en un cielo aún por oscurecer. Su estómago lo empujaba para que no se preocupase de los últimos rayos del sol, necesitaba salir de caza.
La vida de la noche se cubre de sombras y sigilo. El Coar espera agazapado a que cualquier animal, algún bichito, se delate con el crujir de las hojas secas.
Impaciente, no sabe como, deja pasar un no demasiado apetitoso escarabajo. Le pide a sus tripas que tengan una paciencia que en realidad le es desconocida. Aparece un peligroso Razzpa, un pequeño y apetitoso Smircol.
«Los smircol», piensa, «son un buen cebo para algo más grande»
Lo sigue atento y, cuando salta la Codorsil el hace lo propio sobre ella. Se lleva una buena presa a la madriguera mientras el Smircol agradece la suerte que ha tenido por ser como es. Por años seguirá confiando en la fortuna, sin prepararse para, cuando en una época de hambruna, sea un manjar delicioso. Vive el momento por que de algo hay que morir.
LaRataGris
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