La ley del sol

No amaras a nadie por encima mio

Cada día amanecía un Sol nuevo. Un Sol que no era peor o mejor estrella que la anterior.

Habíamos aprendido a ignorarlo, simplemente estaba ahí, la luz y el calor necesario para la vida y, la vida, era todo eso tan cotidiano.

Él se sabía indispensable hasta que llegaba la noche y el astro moría arropado en el manto de ella, languidecía hasta consumir su último rayo.

Enamorada de la luna, Rosalía, solo caminaba cuando el ya había desaparecido. Le declaraba su amor al firmamento juguetón, mientras lo esquivaba a él.

-¡Arrrgh!- Grito el hijo del millonésimo sol- Falta una de mis ovejas. La han de enterrar en mi presencia si es que ha muerto- Rugió como un salvaje hasta que el resto de puntitos le hizo caso.

ya no podían seguir ignorando su calor. Estaba enfadado y exigía un sacrificio.

Buscaron a la mujer escondida entre las sabanas blancas de pereza.

– ¡Bruja!- El juicio no era necesario, la arrastraron del pelo hasta la plaza pública, protegida unicamente por una piel suave y apetecible.

-La ley- Dijo el sol- es inmutable. Nazco y muero por vosotros, quien no entienda el amor que me ha de profesar se consumirá conmigo.

-Jamas podre amarte- Le desafió ardiendo como el nunca podría

-¿Te atreves a ni siquiera fingirlo?

-No seria justo- Así fue como escribió su propia condena mientras que el resto aseguraba que el sol, más bien fingían, que ese sol no les pedía sumisión.

LaRataGris

Su derrota su éxito

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