Aquella mañana el frío había caído como un bloque de cemento, demasiado pesado y grande. De repente la cama ofrecía una poderosa fuerza de atracción, impedía que la gente apartase las mantas. Jorge se asomó como un caracol asustado, enseñando tímidamente sus ojos.
-¿Qué hora es?- Gwen tenía el despertador al lado, solo le faltaba la iniciativa de acercarse lo suficiente como para distinguir los números parpadeantes.
-Tu ya estas mirando, ¿por qué no te fijas?
Pero en realidad, el reloj, estaba a millones de años luz, sobre una mesita bañada por los sombras.
-Debe ser hora de seguir durmiendo- Con esa convicción, no era realidad pero la trataron como tal, se sumergieron de nuevo en su mar de tela. Se encontraron nadando entre besos y caricias.
No querían seguir dormidos, preferían jugar, pero lo que seguro que no querían era ir a trabajar, hacia demasiado frio.
LaRataGris