Un día cualquiera estaba dibujando cuando mi pequeño se acerco hasta la mesa de dibujo y, con ojos grandes, se quedó mirando.
-¿Qué haces? – Su mirada estaba clavada sobre la página, vigilando cada pequeño trazo. Allí, un cadáver parloteaba sin parar, acompañado de la muerte, en un paisaje trufado de melancolía.
-Bueno, estoy haciendo un cómic- intenté que mi tono no sonara a: «Uno que mejor no te tienes que leer siendo tú tan pequeño”
-¿Para quien?
-Para mi- Por un segundo reflexiona como si fuese imposible escribir para uno mismo- Es el viaje de un hombre que tiene que encontrarse.
-La gente- continuo rumiando- solo se puede ver en un espejo.
-Su yo interior, en realidad la búsqueda es de su yo interior.
– Entonces- entra en la conversación su hermana- tendrá que pasar por quirófano, si no no podrá encontrarse ese dentro suyo
Derrotado por la propia evidencia les doy la razón y acabamos dibujando entre los tres un tebeo que yo me estaba complicando demasiado, su interior estaba lleno de niños con ganas de jugar.