Marineros de fuego

¿Cómo empezó todo?

No creo que nadie se lo plantease, tenían problemas más urgentes que resolver. Desde la ventana de la oficina se veía las calles encendidas, lenguas de fuego lamiendo toda la ciudad.

-Si nos quedamos aquí finalmente entrara, calcinándolo todo- dijo Gabriel- también a nosotros.

Con materiales no inflamables construyeron una barca con la que navegar aquel río del infierno, solo después de veintitrés prototipos consiguieron a Bella Luisa. Hicieron un silencio por la capitana muerta en el primer intento

-Recibe tu nombre, Bella Luisa, en honor a esa mujer indomable.- En una ceremonia corta se prepararon para no volver a abrir la lucha por el nombre.

Un grito de esperanza se extendió entre los que quedaron atrás, mientras veían como se alejaban en busca de ayuda, impulsados por la presión de los extintores.

No vieron ya cuando necesitaron impulsarse con un motor de vapor, sustituyendo la presión perdida.

Navegaron varios días sin que el fuego tuviese visos de disminuir. Cada vez hacía más calor. Navegaron sin descanso hasta llegar a un mar de agua. Columnas de humo se formaban en la desembocadura. Impulsaron la barca hacia el cielo para luego dejarla caer estrepitosamente en el inmenso azul, donde el peso de los materiales impidió que siguieran navegando. Poco a poco se iba hundiendo, condenándolos a una muerte segura.

-¡Giremos el bote!- gritó Judith- la presión del agua contra el aire formara una capa de oxigeno que nos permitirá respirar bajo el agua.

A alguien poco cultivado le podía sonar tan fantástico como un río de fuego, algo tan irreal que era imposible que no funcionase.

Voltearon su medio de transporte y como si fuese un submarino caminaron por el lecho marino. Así viajaron por los siete mares, aprendiendo los secretos de los océanos y las costumbres de los peces. Se hicieron amigos de un pez araña, un pez globo y un pulpo. Con sus nuevos compañeros indicándoles el camino, salieron a ver las montañas del himalaya donde cogieron nieve que derretir sobre su fuego.

Los animales marinos los llevaron en su lomo y, en menos de lo que canta un gallo llegaron al principio de su viaje.

Lanzaron las nieves eternas sobre la ciudad y el fuego desapareció.

la gente que no había sabido hacer una barca les aplaudió, los encumbró como a dioses, aunque también hubo quien criticó que no viniesen antes con el agua mar en lugar de irse tan lejos.

-Ni lo uno ni lo otro- se defendieron- ese fue nuestro destino, nuestra forma de caminar para no quemarnos. Pero esa ya es otra historia que pretendería justificar algo que no tiene ni pies ni cabeza, solo alas.

LaRataGris

vv

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