Oscar se levantó sobre su propio cuerpo muerto. A su lado su hija, que hasta hace un segundo jugaba con la tierra del parque, también se desperezaba. Su pequeño fantasma aún agarraba la pala verde como si el coche no hubiese atravesado el arenal.
-¿Pueden apartarse por favor?
Con la parsimonia de los muertos miran hacia la voz, pertenece a un hombre de unos treinta y cinco años.
-¿Disculpe?- pregunta el espectro.
– Soy foto-periodista -le grita desde la distancia mientras hace evidente la cámara- Tengo que fotografiar los cuerpos ahora que aún están frescos.
-Pero nosotros…- dijo la aparición- acabamos de morir. Aún no sabemos ni donde esta nuestro sitio.
-Mire amigo,- responde con prepotencia- intente buscar el paraíso que le halla prometido su religión y déjeme hacer mi trabajo. La gente merece estar informada.
-Pero nosotros somos ateos, no tenemos donde ir.
– Entonces deberían vagar sin una finalidad, esperando un nuevo cambio.
-Oiga, no le consiento esa condescendencia.
-Si, si. Escuché yo también lo soy, ateo quiero decir, pero ahora estoy haciendo mi trabajo y si salen Sus auras en la foto alguien podría pensar que las he trucado así que… si pudieran, de ateo a ateo.
-Bueno, supongo.- el fantasma padre coge al de la niña -Vamos cariño, permitamos que este caballero de parte de su realidad.
Y se alejan dejando un bello cadáver que fotografiar, ya volverán para el entierro.
LaRataGris