Se conocieron un invierno de melancolías. Él vivía ahogado por la tristeza mientras que, ella, tropezaba una y otra vez con la piedra de la pena.
No levantaban cabeza, por eso fueron, para el otro, una cama sobre la que dejarse morir.
Sin preguntas, sin condiciones; un abrazo escapó a la gravedad de la tierra y con lágrimas intentaron refrescar la fiebre del no saber donde estas.
-¿Me quieres? – arrastró la voz después de un tiempo.
– Apenas te conozco- la respuesta llegó dubitativa, sin que las miradas se atreviesen a cruzarse.
-Tenía miedo de que me amases más de lo que yo podía darte, hacerte daño.
Respiraron la ligereza de las palabras, la alegría del presente.
-Siempre es un viaje con demasiados puertos.
Así viajaron hasta un no lugar seco y seguro, donde ya nada podía hacerles sentir pequeños.
LaRataGris