Un año después.
Sus ojos tristes y cansados, perdidos, se intuían bajo la tinta de los tatuajes. Marcado tras una noche loca en la que perdió algo más que la furia y el ruido.
Aquí estoy, gritaban los dibujos de la piel y no podía esconderse.
Le había quedado una ligera cojera, también un acento doloroso y la mirada, esos ojos tristes y cansados que no dejaban de vigilar la nada.
Mama le limpió la barbilla antes de afeitarlo y, ya sin necesidad de llorar, reconstruyó en cada surco de su piel aquella noche fatídica. La llamada a los seis de la mañana de, hoy, hace exactamente un año, tres meses y dos días.
Aquel no era su hijo, esa fue su primera idea. Su hijo no se hubiese tatuado, su hijo no se volvía loco, su hijo no podía ir contradirección, sin control, escupiendo rabia y desesperación…su hijo no se había roto.
Anudó más fuerte la garganta y volvió a limpiarle la barbilla.
Una canción, como una nana o una retahíla de murmullos quejumbrosos, antes de empezar de nuevo…
LaRataGris