No hay nada peor para el poeta que verse encadenado a las palabras del hambre, cuando le exigen rectificar una rima y fingir un pensamiento que no le pertenece.
-Vigila cada paso, la dirección y el viento de libertad que escoges- le susurra Pepito Grillo con la fría hoja de una navaja acariciando su gaznate.
-Cuando eres parte de nuestra solvente familia- le recuerda el pragmático empresario- las apariencias lo son todo.
Y el asiente disimulando tristeza, simulando ardor por la pira funeraria.
– Ojala – quiere autoengañarse- resurja renacido como el ave Fenix.
Echa de menos su reclusión voluntaria, no quiere la prisión de un trabajo rimando tarjetas de cumpleaños y eventos varios. Prefiere el cálido frío de su casa, las voces melosas del hogar. Solo se siente un poeta fingiendo amor para que los enamorados compren colores y otros mentiras con las que amar, amad, más allá de lo que el querer permite.
Y finge y sonríe de verdad, esperando que esta vez el fuego no duela.
LaRataGris