-¿Cómo se siente usted?- preguntó el presentador-¿Qué sensación tiene sabiendo que cuenta chistes que solo usted entiende?
-Comdard- respondió mientras saltaba sobre la mesa, esparciendo los papeles con el resto de preguntas por todo el suelo. Lanzaba puntapiés sin ton ni son, provocando un caos considerable.
Desconcertado, sin saber que preguntar o hacer, el presentador colapso.
La musculatura de su cuerpo laxó mientras la cabeza, totalmente independiente, comenzó a convulsionar enloquecida.
En riguroso directo los espectadores del plató, todos los espectadores, perdieron el oremus. El espacio tiempo se rasgó en una muy mala señal; las trompetas del fin del mundo. Bajaron ángeles vengadores, poderosas Valquirias precedidas del,(con respeto), sentimiento Wagneriano . El más allá se tragó la luz y el universo, tal y como lo conocemos, implosiono de una forma sorda y controlada. Todo se fue al garete porque un programa en Primetime no estuvo a la altura y, la gente, no supo reaccionar. Todo era demasiado absurdo y complejo como para ser verdad.
LaRataGris