-La guerra olía a pólvora y sangre seca, como fuego lamiendo la tierra. Carne fresca orando a gritos; desprendía el aroma agrio del llanto desesperado y la destrucción, un monstruo horrible al que se hacía necesario domesticar. Necesitábamos humanizar el horror.
Se crearon las batallas inodoras. Decididas en fríos despachos a golpe de teléfono. Contabilizar a los invisibles, convertirlos en víctimas silenciosas, eliminarlos de forma discreta.
-En el tercer mundo-, recalcó el consejero delegado para asuntos directos-, allí que se empeñan en las barbaries de siempre.
El primer mundo era más sutil y elegante.
Mataron en cada conflicto, de forma discreta, sin mancharse las manos. Dejaron que el hambre hiciera su trabajo, que la inanición se llevase las sobras-contribuye o desaparece.
Saca tu pistola-tarjeta, apunta, fuego para que todo sea más humano.
LaRataGris