Empezaron a dividirnos en dos grupos. Por un lado definían a los integrados; eran ganadores natos a los que nadie señalaba. Podían campar a sus anchas, incluso tener pequeños deslices perdonables.
Habían vendido su alma y eso era suficiente para triunfar.
Del otro lado estábamos los que perdíamos las batallas y, poco a poco, nos iban acorralando. Siempre nos dejaban un pequeño espacio para que pudiésemos sentirnos vencidos entre cuatro paredes. Reducían la riqueza de nuestro mundo prisión.
Luchar empezábamos a imaginarlo inútil, teníamos que contentarnos con gritarle la desesperación al aire.
Yo, que jamás había querido formar parte del sistema, me encontraba atrapado. Incluso mis guerras nacían muertas.
Y, aunque quiero acabar la historia con una revolución esta no depende solo de un escritor ¿Me ayudas a reescribir las últimas líneas?
LaRataGris