Aprendimos sobre la marcha, a fuerza de golpes y silencios.
-¿Érice?- Algunos caían para siempre. Desaparecían como si nunca hubiesen pertenecido a la compañía.
La empresa contaba los muertos y, los que quedaban, eran clasificados en uno de los dos grandes grupos existentes; pertenecías a los que resistían o eras de la triste gran mayoría.
Incapaz de reaccionar, la gran mayoría, se plegaba al sistema, nos traicionaba. A menudo incluso los resistentes teníamos que aparentar ser babosas para obtener un momento de paz, eso obligaba a desconfiar los unos de los otros.
Nunca podías saber con quien te levantarías. Te acostabas con un compañero, sí, pero por la mañana podías estar muerto; sino ya te mataría.
Siempre la siguiente embestida era peor, más arrolladora, más cruel. Más intensa y tú, con menos fuerza, te atas frente a las sirenas, te afianzas y esperas que la cuerda aguante lo suficiente como para seguir aprendiendo.
LaRataGris