¿Mis héroes? -dudó- Todos y cada uno a los que alguna vez consideré héroes están ahora caídos en sus propios infiernos. Ídolos con pies de barro.
Se giró dispuesto a no seguir hablando pero alguien, entre el público, volvió a preguntarle
-¿Mis referentes?- reflexionó, cambió, modificó y buscó en la historia algún muerto que ya no pudiese traicionar su legado. Contrastó con todo lo que sabía hasta localizar, en el siglo III antes del culto, la única figura que se adaptaba a sus sueños.
Filipo de Meritea. Defensor de los pobres, luchador por un mundo justo e igualitario. Pensador crítico, guapo y educado. En definitiva el hombre perfecto, adelantado a su época. Lo presentó al mundo ofreciendo un ser superior, señalando su abdomen inmaculado, su culito sexy y el mapa cerebral de sus pensamientos más transgresores-. Esté es la única persona a la que puedo idolatrar sin ruborizarme.
Relleno los papeles para adoptarlo como referencia, solo le faltaba la rubrica en el formulario B-12 cuando nuevos estudios concluyeron que también era humano, tenía sus defectos.
-¡No hay héroes!-gritó- ¡Ni yo puedo serlo!
Miró el Camino marcado dispuesto a seguir su senda, pero no se sentía feliz. – Puede que no exista el prototipo de héroe ideal- se dijo- y, aún así, el mundo necesita todos los gestos que la gente esté dispuesta a regalar. Admirar las buenas actitudes, criticar el resto.
LaRataGris