Castillo de soledad

Nadie más conocía aquel rincón de silencio y tranquilidad, era su lugar y necesitaba que lo siguiera siendo por siempre jamas. Por eso construyó una puerta cerrada, tiró la llave, y un muro inexpugnable.

Se quedó del lado de fuera, apoyado contra la madera. Advirtiendo a cualquiera que quisiese entrar que ese era su reino, único y exclusivo para él. Lo defendería con su vida si fuese necesario.

-Nadie- le dijo al viento-, absolutamente nadie pisara sus cálidas calles, ni respirara sus flores.

¿Cómo iban a pisar lo que desconocían? Pero es que ni su guardián podría; veinticuatro horas de vigilancia cada día y la sospecha de que hasta los pájaros querían robarle su sitio. Jamás podría ser ni tan siquiera turista de la belleza que el mismo había marchitado.

LaRataGris

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