-La dependienta no está en venta- dijo el señor Horacio. Y lo escribió en un cartel para que todos los clientes lo pudieron leer.
-Se puede mirar- dijo mientras no le quitaba los ojos de encima, mientras se alegraba del pequeño uniforme,- se mira pero no se toca.
El mismo había escogido la minifalda, la blusa semitransparente, imposible de cerrar más allá del pecho. El resto se insinuaba sin tapujos.
-Tengo un ojo clínico para la ropa de las féminas- Presumía orgulloso con los amigotes del bar. Se reía con ellos antes de comprar para sus nenas, así las llamaba.
Llegó con tres tallas menos de la real y sin tique para cambiarla.
-Yo estoy muy sensibilizado con sus mierdas- Solía pavonearse -iQué no está a la venta!- le gritaba a los machirulos que las desnudaban con la mirada- Ella solo es parte del mobiliario, ella me pertenece, ella no esta en venta. Al menos no si no hay una buena oferta.
LaRataGris