Diciembre. No importaba el tiempo que hacia fuera, ni la tristeza. Disolvió algo de felicidad en dos dedos de agua y se camufló en un holograma aspecto inmejorable.
Los dientes eran la eterna sonrisa, perfecta, con cada pieza en su sitio, brillando; la mirada ágil y descansada. Marcaba la musculatura como si llevase varias sesiones en el gimnasio sin, aún, haberse hipertrofiado.
Tomó el ascensor directo y en menos de un minuto estaba en la oficina, sin las molestias del sol o la luna.
-¿3448?- le llamó el jefe por su nombre de trabajador.-Buena carcasa- refiriéndose al holograma- e impresionante informe. Siga así.
-Gracias-. Bernard, ajusto los niveles de brillo y sonrió mas amplio.
-Es agradable que te quieran,- pensó- las lisonjas.
Ese día todos sus compañeros lo admiraban, el trabajo salía perfecto, el regreso fue placentero.
En casa desactivó el campo holográfico, se toma algo más de alegría y durmió hasta el día siguiente.
En sus sueños un psicólogo predicaba palabra y acción.
-Hay gente- decía- que no está hecha solo para trabajar. A todos estos se les receta sociabilidad en el trabajo. Es un tratamiento increíble.
Se levantó fresco, sabiendo que hacer.
Diciembre. No importaba el tiempo que hacia fuera, ni la tristeza. Disolvió algo de felicidad en dos dedos de agua.
LaRataGris