Llegó años cincuenta: el traje desordenado de noche y los colores equivocados. Apareció un siglo tarde; con el aliento apestando a cementerio, con el ego intacto de ceguera. Sordo a lo que no era su propia respiración entrecortada.
-¿iPor qué!?- gruñó exigiendo veneración- ¿ipor qué habéis cambiado sin mi permiso!?- Gritó desde otra época mientras, el ruido, seguía sonando demasiado actual.
laRataGris