-¿Cómo te llamas?- atacó por si ella no quería ofrecer su nombre libremente.
– Marta- Mintió intentando no parecer nerviosa.
– Yo soy Hombre Lobo- y mordió llevándose de una dentellada carne y alma. Masticó sus huesos hasta hacerlos polvo y silencio, apelmazó los restos con sangre, construyó una casa de ladrillos rojos.
Al final pintó el hogar de un color más amable y todo el mundo agradeció tener un vecino tan educado como Hombre Lobo, siempre saludaba.
A veces perdía los papeles, se comía alguna niña, pero lo normal, nada que no hubiese hecho cualquiera alguna vez en el barrio.
LaRataGris