El vuelo de una mosca, zigzagueante e indeciso, ante el cristal de la ventana. Como un baile monstruoso, sin sentido; como un bulldog malhumorado, que no para de ladrarle al mundo desde su prisión.
Querría, la mosca, salir a comérselo todo, matar humanos, sentirse viva.
– No deberías basar tu felicidad en el dolor ajeno – le dijo desde su rincón la araña de cristal translucido.
– Dice la cazadora.
– Solo como, no odio a mis presas, no torturo.
Un silencio tenso y miradas calientes se cruzan. Hay reproches, sinceridad. la mosca se acerca hasta rozar el frio cuerpo de su antagonista.
La araña se yergue, arqueándose como un gato que se estira y se lanza excitada sobre el insecto que la recibe libremente. Follan de forma salvaje, dejando que sus cuerpos sean uno. se quedan despiertas toda la noche y, al amanecer, se vuelven a separar con idénticos reproches pero sin la excitación del momento.
La mosca se lanza contra el cristal, la araña mueve la cabeza entristecida.
LaRataGris