Hacía tiempo que su casa era un colchón con un muelle salido y cuatro cartones por pared. Al principio solo tenía los cartones. Dormía sobre tres de ellos, fingiendo que estaban mullidos, el cuarto le servía de sabana. Un brazo era su almohada y el primer rayo de sol un buen despertador.
Pero tuvo suerte. Consiguió su cómodo colchón y una mesita de noche que, alguien con muchas posibilidades, había tirado cuando aun no estaba para tirar.
La vida era plena mirando alrededor; siempre había alguien que estaba peor, siempre podía aspirar a más.
Ya respiraba su recuperación, su siempre resurgir del fango. Hacía tiempo que tenía un colchón y estaba seguro que ya le tocaba subir de categoría, aunque fuera por antigüedad.
-Que bonito es pasar hambre y no tener donde caerse muerto- se decía vanagloriándose de su pobreza.
LaRataGris