Aún me quedan migajas de pan sobre el corazón. Es del último segundo que le vendí al traficante de trabajadores, para poder comer una punta de pan duro y darle miel a mis cachorros. Recojo con sumo cuidado las migas amargas, una a una para ver si puedo resistir con ellas y no necesito volver a prostituirme por cuatro monedas.
Con hambre me siento medianamente satisfecho, lo suficiente como para no necesitar que vuelvan a venderme.
– Tendrás que venderte- me dijo el esclavista- esto es un todo o nada.- si me voy no podre regresar famélico, nadie querrá volver a comprarme.
– ¡Que les jodan!-me hubiese gustado tanto gritárselo, hacer algún gesto obsceno con las manos, sacarle la lengua de una forma pueril e inmadura. En lugar de hacer lo que me pide el corazón lo entierro de nuevo en las miguitas que había recogido, no quiero tener que verlo mientras vuelvo a prostituirme. Me malvende para que pueda llorar por las noches.
LaRataGris
Realmente profundo y tristemente real.
Si, demasiado real. Gracias