Estaba hecha de estrellas. Brillaba con ellas y a la vez le quemaban, por eso a veces necesitaba un rincón en el que explotar. Cuando sonreía el mundo giraba deprisa a su alrededor. La luna estaba contenta mientras le escuchaba enredarse en un laberinto de palabras para decir que había amanecido, por eso a veces le pillaba el sol y ya se iba más tarde.
Su respiración era el aliento de la vida y, por ser tan importante, podía ignorar la realidad, construir su propio refugio, donde disfrutar de la soledad de una compañía.
Estaba hecha de luz y fuego, estaba hecha de amanecer e infierno. Lo era todo, incluso cuando se volvía pequeña nada.
LaRataGris