Las luces se apagan, acaba el concierto y los poetas se retiran a sus esquinas.
Quedan flotando algunas palabras y el público pidiendo otra.
Nadie sale y la petición se va apagando hasta que no queda nadie.
Es entonces cuando el rimador sale en oscuridad y recita un soneto para las arañas y cucarachas.
Aplauden los chinches, se emociona el viento, que se enreda silbando al pasar por los poros de la piel.
Como una canción desesperada, el silbido, también se apaga y se respira una vida pequeña o grande si se deja y quieres quererla.
LaRataGris
[…] Despedida […]