El rey aún no había ni nacido cuando los dioses lo eligieron para gobernar.
-Ha sido señalado- anunció el profeta para que el pueblo pudiese difundir alabanzas. Nuevas leyendas y cantares se escribieron para su magnánima graciosidad.
Su retrato, de momento solo la cara de un espermatozoide, empapelaría todas las paredes del reino para que nadie dudase sobre quien iba a gobernarles.
Comenzaron a prepararlo desde antes de ser expulsado: el succionador saboreo el pene del viejo y moribundo rey, con mucho esfuerzo consiguió que el fruto de vida saliera y colocaron el esperma sobre seda roja.
Allí le hablaron con voz dulce de las maravillas a las que estaba destinado, le indicaron como actuar y esperaron a que la creadora de vida se metiera el pañuelo por el coño.
Los dioses así lo habían previsto y, como ella ya se había quedado en cinta, el nuevo monarca ya se estaba gestando.
LaRataGris