Como si abres un libro por la mitad. No sabes el título, no sabes de que va y allí está Rosso que acaba de robar el ídolo de los Martínez. Nadie conoce el principio ni el porque de las cosas.
A partir de la tercera generación todos empezaron a actuar como autómatas sin sentimiento.
Eso sí, se gritaban los unos a los otros de forma sentida a la par que vacía.
Rosso se deslizó en una sombra al ver al clan contrario. Respiró lo más despacio posible mientras el ídolo se le pegaba a la piel sudada. Sujetó sus cuernos moldeados, observó antes de arriesgarse de nuevo. Aquel robo era más importante que su vida, no podía dejarse atrapar.
Caminó intentando no hacer demasiado ruido, adentrándose en un callejón sin salida, con la idea de esperar en el hasta que los otros se fueran.
Dejando atrás las sutilezas salió corriendo, calculando el salto que le permitiría subir hasta el muro y escapar.
Infravaloró la altura o sobrevalora sus capacidades. Chocó y el ídolo se hizo añicos. Ya no había objeto por el que pelear. Mil pedazos de Cerámica entrechocaban y se le clavaban mientras le apaleaban hasta la muerte.
Lo dejaron tirado para que lo recogiera el barrendero. Nadie lo registro, nadie sabia que allí estaba su preciado estatuilla.
Las refriegas continuaron generación tras generación, sin saber que el motivo de su disputa estaba roto y perdido. Como si hubiesen cerrado el libro por la mitad, sin saber ni que acababan de leer.
LaRataGris
Escrito por laratagris 






