Habían quedado en la vieja cafetería, la también vieja pandilla, con las mismas tonterías que ni la edad conseguía curar.
Sólo echarían de menos a Fran; murió hace un año por beber demasiado, esnifar demasiado y acelerar sin saber donde estaba el pedal de freno. Se reencontraron en su entierro, rieron más de lo que lloraron y se prometieron volver a verse cada trescientos sesenta y cinco días, hoy.
Estaría Joseph, aún enamorado de Lola. Hermosa Lola la llamaban, la llaman aunque del nombre solo le quede Dolores.
Por arrugada que estuviese, Joseph, seguía viéndola brillar como una estrella triste.
– Volverá a ser mía.
En su cabeza cuchicheaban por la parejita de moda: hablarían de sus cornudas parejas, de los niños -¡Que se jodan!- les gritaba.
Pero Alberto tenía su propia historia para estar cotilleando por ellos. Magda necesitaba cerrar antiguas heridas, Julian sólo tenía una vida mediocre y quería fingir que la existencia era ligera como entonces. Y la Hermosa Lola, ella quería que Magda supiese cuanto la amaba.
Todos necesitaban retomar la vida donde la dejaron; cuando nada era importante y todo importaba. Todos querían ser protagonistas de un momento mejor y a nadie le importaba ya el capitán del equipo de Rugby o la jefa de animadoras.
Cada cual tenía un objetivo que no lograrían, que los dejaría en en la misma vía muerta un año más.
LaRataGris
Escrito por laratagris 






