No era más que un segundo, un instante tan bonito que le pretendían las horas. La una, las dos, las tres,… Tanto daba si era de mañana o de tarde, la noche más profunda también quería que aquel fuera uno de sus momentos.
Para convencerlo le mostraban el tic tac de su paso, le ofrecían un lugar preponderante en la esfera de su reloj.
– Podrías ser el cambio de hora- le tentaban-. Incluso, si quieres, puedes ser el segundo que se aleja de un día para entrar en el siguiente- le decía la medianoche.
Le regalaban los oídos, le suplicaban, le exigían pero el se fue como un suspiro, solo y sin darse cuenta.
LaRataGris
Escrito por laratagris 






