-Primero lo de dentro- exigía la señora retocada a golpe de bisturí, dinero en mano. Dejando que las palabras se enganchen en el carmín de sus labios, como moscas bañadas en miel.
– Primero…- repitió el culturista, de cuerpo impecable, cultivado en gimnasio de alto standing. Mostraba al hablar no se cuantas horas en tríceps y en cuatríceps, enormes músculos en labios de pato y, se le intuía, el esfínter blanqueado.
-Primero…- acompañaron los empresarios que preferían contratar a los muertos habituales en sus orígenes, lejanos de ojos indiscretos y leyes protectoras.
-Primero…- Se dejaba adormecer la masa, pensando que, ellos, eran los más bonitos, los perfectos, los únicos que merecían ser cuidados, mimados, follados,… cuando en realidad sólo los estaban jodiendo.
-Primero, primero lo de dentro, lo tuyo- Exhortaban a los gobiernos sin darse cuenta que eran ellos los que habían descuidado su interior. Se dedicaban a la fachada y tenían poco corazón, poca cultura, escasa humanidad. Para empezar, primero, tendrían que arreglarse lo de dentro, como bien les gustaba decir.
LaRataGris