Habitaba en sus ojos, microscópico, irreverente. Su hogar entre lágrimas y desesperación.
-Marchate – le suplicaba su huésped con poca fortuna.
– Aquí estoy bien – le respondía el bichito.
Nada podían contra él los remedios de brujo ni los rezos cristianos, elige la superchería o religión que profeses, de nada servirán.
Era un virus, una bacteria, un dragón; para él todo era lo mismo, resistente a las súplicas y a los inventos caseros.
Invitaba,el bicho, a sus amigos; se derramaban por los párpados, borrachos de poder.
Sin pretenderlo conquistaron el cuerpo de aquel ingenuo.
– ¡Sálvame, Diosito!- pero Dios, en el poco probable caso de que exista, hacía oídos sordos para todo lo que no fuese ciencia.
LaRataGris
Escrito por laratagris 






