La gran pandemia

28 febrero 2023

El seis de agosto de tres mil veintidós fue el pistoletazo de salida para la gran pandemia trashumante, a las tres de la tarde de un martes cualquiera. Claro que hubo días previos de síntomas, de gente muerta, de dolor y estallidos pero ese día, a esa hora, los internautas habían bautizado y extendido el nombre.

Como siempre que salía algo nuevo la gente hablaba como si cualquier enfermedad anterior fuese ridícula o inexistente : ¡más muertos! ¡más dolor! ¡más penas!

Y todo gracias a eliminar la sanidad pública. Cuando los enfermos no se pudieron permitir el pagarse la medicación el sistema colapso y se fue a la mierda. Algunas enfermedades fueron muy íntimas, otras se extendieron incluso cuando se les suponía erradicadas. La gran pandemia no solo era algo nuevo, era una bolsa con cualquier dolencia del pasado.

Incluso algunas clases, que se habían visto capaces de asumir el gasto, acabaron contagiándose de la pobreza, muriendo igual.

Algún egoísta pidió que se curase a todo el mundo por igual pero ya era tarde para tantos remilgos, en tres mil veintitrés, en menos de medio año, estábamos todas condenadas.

LaRataGris


Vivir al límite

20 mayo 2022

El éxito


Simplificación relativa

21 enero 2022

Quebrar


La buena nueva

5 abril 2019

La buena nueva
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El día de la Marcianidad

11 octubre 2018

Día de la Marcianidad

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La Plaga desde fuera

24 septiembre 2018

Encerraron el frio de la mañana, molestaba a demasiada gente y lo consideraron inadecuado. Todas las entradas de la ciudad, las salidas, se cerraron con una enorme cúpula de cristal templado. Un brazo hidráulico la subía y bajaba a su antojo, evitando que las personas se sintiesen atrapadas.

Dentro todos parecían felices con su termo-regulación. Siempre había quien quería aumentar a disminuir la temperatura pero al final la convivencia se imponía.

Con el tiempo un queja constante quiso que ya no hubiese más aperturas- Solos estamos mejor-. Sellaron la semiesfera al suelo para así poder mantener un ambiente tranquilo y constante.

Se suspendieron las relaciones con otras partes del mundo, tintaron la gran ventana para que nada, ni nadie, contrariase la hegemonía dominante.

ooo

Aquella cúpula era casi un mito. Una gran muralla que aislaba a sus residentes del exterior. La expedición abrió una brecha por la que salio un gas concentrado. Con cuidado entraron para encontrarse los cadáveres llenándolo todo. Una plaga, algo que en apariencia no supondría un problema, había diezmado a aquella población atrapada.

LaRataGris

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Carta de amor. La distancia

13 junio 2016

Querido Franz:

Nos gustaba empezar así, como si fuese una carta, aunque estuviésemos viéndonos en una pantalla. Era como ganarle una partida al tiempo. Una de esas cosas que haces cuando estas locamente enamorado, una chorrada. Te sigo queriendo tanto.

La aguja entraba y salia rítmicamente, hiriéndome la piel para dejar su mensaje en tinta negra sobre mi cuerpo.

El tatuador tapó el dibujo de un sobre cerrado, sellado con un corazón de cera. Dentro del corazón se podía leer una A y una Z.

Yo vivía a años luz de ti, a un clic de videoconferencia, en el país de acariciar la pantalla líquida.

-Te echo de menos, Franz.

-Pronto podremos vernos, Alberto, mi amor. Tendremos uno días para amarnos, para decirnos todo lo que una videocámara esconde.

Los siguientes fueron días fugaces, donde nada de lo que pasaba era importante. se deslizaban como el movimiento mecanizado de la cadena de montaje. Otro motor ensamblado, un minuto de productividad, siguiente, aprieta, aceite y lucecitas que me marcan el tiempo: la hora de descanso, sólo quince minutos.

– Mañana es un gran día-lo grito a los cuatro vientos mientras aplico la crema cicatrizante sobre el nuevo tatuaje, dibujado en el corazón- Mañana me abrazaras, Franz

-Tendrías que estar comiendo algo o no aguantaras el ritmo- Aquí salgo de la ensoñación de verte.

-Siempre seras el capataz, no importa lo que estemos haciendo. Pero ya puedes olvidarme por que en veinticuatro horas no te perteneceré.- De repente suena un silbido y unas luces azules me devuelven al trabajo de robot: otro motor ensamblado, katchclanck, Bum, zas, un grito y luces rojas como mi sangre espesa.

Franz, mi dulce Franz, te puedo imaginar acercándote a la pantalla brillante, pasando la yema de los dedos como si yo estuviese al otro lado. Mi cara debería ocupar el espacio donde un burofax electrónico te anuncia mi muerte unos segundos antes de que tu nave despegue.

-¿Es él?- apartaras la mirada antes de que se ahoguen tus ojos. Un nudo aprisionara cualquier palabra y el estómago se te encogerá.

– Íbamos a casarnos- el forense empezara a tapar mi cuerpo para que no coja más frío- Un día más en esta penuria… ¿puedo quedarme a solas? un segundo nada más- me abrazaras.

– Tiene media hora.

Pasas tus dedos sobre mi cuerpo congelado, como si acariciases la pantalla que te devuelve la promesa de una separación momentánea.- ¿Qué te has hecho?- Besas cada una de mis heridas, desconocidas para ti. Los nuevos tatuajes se te antojaran una historia: Lo que nunca te dije, te detendrás encima del sobre dibujado.-la A y la Z de nuestros nombres, siempre estuvimos tan lejos.- Justo al lado una cicatriz inflamada, leeras su relieve como si fuese braille: Primer día, primera herida

Mi piel dibujada te guardara las frases de lo que nunca me atreví a explicarte en las videoconferencias, cada cicatriz una lágrima derramada sobre la hoja de mi cuerpo.

-Yo también te echo de menos- leerás la carta deteniéndote en cada poro- No me ha dado tiempo de saciarme de ti y ya te has vuelto a marchar, siempre lejos por mi culpa- Besa mis labios gélidos- si yo no hubiese estado tan enfermo no hubieses aceptado este trabajo: Pagan demasiado dinero, no lo podemos rechazar, pero no era suficiente ¿Verdad? solo una muerte prematura obligaría a tu seguro a pagarme el tratamiento. Que irónico que la vida que me regalas sea mi muerte.

Retiras el film de plástico que tapa mi pecho, jamás, leerás en la carta que te deje escrita en el, nunca jamas me atreveré a hacerlo si vuelvo a verte. Adiós, te quiero.

Me hubiese gustado que todo fuese así. Mi plan perfecto, mi regalo como en un novela rosa, de trágico final feliz. El día que llegaste nos amamos como si no hubiese un mañana. Leíste mis tatuajes mientras yo te abrazaba llorando- te echo tanto de menos- te dije y, si intuiste que era un cobarde al descifrarme, no dijiste nada. Continuabas haciéndome sentir un héroe por alejarme de ti.

No me atreví a ser atrapado por la maquina pero igualmente me había matado. Cuando tu anunciado final llego yo ya me había secado, no podía sentir más que odio hacia mi. Ni tan siquiera tuve el valor de despedirme, no lo he encontrado hasta hoy. Supongo que el olvido se ha aliado con el tiempo y ya casi no lloro. Te sigo necesitando demasiado pero no… Yo, esta carta que jamas leerás es mi forma de desearte un buen viaje. Te quiero, te quiero, Franz.

Alberto

LaRataGris

Acabas de leer un nuevo reto de Insectos comunes. Esta vez teníamos que escribir una carta de amor que sorprendiera, ¿qué tal? ¿te sonó, algo tan viejo como la humanidad, a manido?

Y la de mis compañeros, ¿qué te parecen?:
6 de junio de 2016 por Ester Magar
Amo como comes naranjas por Luis Ernesto Molina Carrillo
A Esmeralda por Daniel Centeno
Siempre vuestro por Manu LF

Una carta (in)esperada por Jean Rush

Y n0 te despistes por que ire colocando por aqui al resto de amorosos escritores


Protocolo para la cuarentena

16 octubre 2014

Protocolo para la cuarentena


Control apocalipsis

13 octubre 2014

Dentro del televisor una imagen de otra pantalla, en este caso apagada. Un guante pegado con cinta aislante a un traje amarillo apareció entre ambos, encendiendo el segundo aparato.- El ébola- comenzó a leer entre tartamudeos- ha puesto a nuestro país en el mapa internacional. Por fin se nos tiene en cuenta.- Acto seguido el mismo guante le dio al botón y el presidente del gobierno dejo de estar allí.

– Un, dos y- el director bajó la batuta para dar la entrada de los primeros acordes del pasodoble. El tren de alta velocidad se acercaba lentamente al anden, como si diera pie a los curiosos para que se aproximaran al sonido de la orquesta. Estos, los cotillas, llegaban con vítores y aplausos, intuyendo una visita importante.

Los primeros en bajarse fueron unos agentes que intentaban pasar desapercibidos cuchicheando entre ellos por el pinganillo implantado. Uno asintió con la cabeza y los músicos se apresuraron para que las últimas notas coincidieran con la bajada del plasma presidencial seguido de un generador portátil. – el ébola- recito el discurso de las últimas semanas- es una enfermedad del futuro. Nuestro país no podía perder ese tren y por eso hemos sido pioneros en su importación a Europa.- Acto seguido invitó a la portadora a unirse al mitin.

Apareció como un cadáver, ayudada a caminar por varios enfermeros vestidos de arriba abajo con papel celofán amarillo, abrochado con esparadrapo y una pequeña obertura bajo la nariz por la que respirar. Zarandearon sus brazos átonos, para aparentar un saludo y luego la improvisada congregación fue abrazando a la enferma.

– No temáis- les azuzaba el presidente mientras la guardia secreta los empujaba- hemos estudiado el protocolo más eficaz.

La gente, alérgica a la muerte intentaba huir sin esperanza, sabían que en cualquier ciudad a la que quisieran escapar llegaría la caravana.

Epiloco.

– Tuturututu- suenan regias trompetas y una salva de siete cañonazos saludan a la tostadora europea. El jefe de protocolo inclina el televisor hasta que su pantalla roza el suelo. Mientras, dentro, el presidente del país, balbucea: «a sus pies, ama»

– Dicen mis informadores- bramo la presidenta de la unión- que todo ha salido según lo planeado

– Si, mi ama- musito sin despegarse del mármol- hemos sembrado el caos mientras pedíamos calma y confianza.

– Perfecto.- mientras hace una tostada de forma eficiente- Sinceramente, creí que tu gobierno la cagaría.

-No, mi ama. Hemos seguido las directrices marcadas. Todo esta donde debe.

– Mejor para ti. Por ahora puedes seguir en tu puesto, ahora le toca a las farmacéuticas controlar el apocalipsis desatado.

LaRataGris


El hombre afortunado

27 noviembre 2012

La empresa, esa entidad ficticia que se comporta como un ser vivo, tosía malas cifras postrada en su lecho. Miraba entre las nieblas de su fiebre a todas las manos que eran sus empleados y se preguntaba quien estaba fallando.

Ella era poderosa, respetada… llevaba experiencias a su espalda que la hacían irrepetible. Recordaba, como en un flash antes de morir, los mejores tiempos, los inmediatamente peores y volvía a preguntarse- ¿ quien esta fallando para que yo no levante cabeza?

Los esclavos que dormitaban bajo la cúpula de su caja torácica escuchaban como se retorcía inquieta, igual que un mastodonte a punto de caer, e intentaban pasar desapercibidos para no ser arrastrados por los primeros vientos. Mientras, ella, buscaba tiritas y revisaba una a una todas sus manos, escudriñaba entre los asustadizos peones para encontrar los que le eran más inútiles. Excretó años y dedicación de miles de sus asalariados, se quedo con diez hormiguitas primero, nueve, ocho, siete… y el hombre afortunado se encargo de todo el trabajo. El tenía que correr por una planta vacía, pulsando los botones adecuados, montando, apilando, empaquetando genero que después repartiría por diversos puntos de venta mientras desfallecía y la empresa respiraba un poco más tranquila.

La ciudad, viendo el buen funcionamiento, felicito a la única empresa que no cerraba y le pidió consejo- Despide a todos tus empleados- le contestó- que mi hombre barra las calles, coloque adoquines, pinte paredes, transporte, construya, reparta correo,… reduce gastos para que no te chupen la sangre.

LaRataGris