En el número treinta y siete de la calle Delicias vive Andrea con sus dos hijos y un mosquito gordo, bien alimentado.
Cada noche, Andrea, duerme con los ojos abiertos, atenta al lugar del que proviene el zumbido. En la oscuridad el blanco de sus ojos son como faros que el insecto usa para orientarse.
Surca el viento de su respiración, esquivando uno y otro de los manotazos de la soñadora.
A veces el mosquito invita a varios amigotes y les permite picotear su sangre gran reserva; en esas ocasiones acribillan a los niños sin remordimiento, sin conciencia.
Andrea, desesperada, ya no sabe que hacer. El bicho tiene una tolerancia espectacular a los insecticidas y es capaz de esquivar sus aspaviento como si le leyera la mente.
Nada ni nadie parece poder detenerlo, no hay leyes, no hay moral que lo frenen. Sólo es un prodigio de la naturaleza que vive en el treinta y siete.
LaRataGris
Escrito por laratagris 






