Amor de teatro
Carlota era demasiado insulsa. De ella no le gustaban sus conversaciones innecesarias o su presencia anodina. Cuando se cruzaba prefería fingir no verla a tener que aguantarla.
Pero la conocía desde hacía demasiado. Se cruzaban cada día: cada mañana yendo al trabajo, cada tarde de regreso; casi siempre en el segundo vagón, en los únicos asientos libres que quedaban. Coincidían tanto que empezaron a hablarse antes de saber que podían odiarse. De una forma casual y fluida se cedieron mutuamente el asiento para luego sentarse el uno al lado del otro y reírse de cualquier chorrada. Eran días en los que no parecía importarles lo idiotas que eran.
-¿Qué tal? ¿Cómo te va?- sabiendo que la respuesta era invariablemente: Bien, igual que ayer.
– Empezamos a coincidir demasiado. Ja ja ja- decía en broma y de verdad. Daban un rodeo a los temas habituales y adiós muy buenas con sus sonrisas de compromiso.
Carlota, igual que él, fingía con desgana, mostrando la misma cordialidad tonta y forzada.
Cansado, un día, apareció con varias hojas fotocopiadas, llenas de conversaciones.
Ella escogió un personaje y él cada noche redactaba según la personalidad elegida. Ella empezó a hacer lo propio sobre su príncipe azul; le indicaba como acercarse, que decir y la manera más suave de acariciarle con algún poema. Poco a poco las palabras fueron tejiendo la dulce mentira que cada uno quería escuchar.
Si los separaba la gente se buscaban con la mirada y la apartaban deprisa si se cruzaban. Se enamoraban de lo que habían creado.
-Te he llegado a querer tanto, oh mi fantasía, que ahora es a mi a quien no soporto.
LaRataGris