Amor de teatro

14 marzo 2023

Amor de teatro

Carlota era demasiado insulsa. De ella no le gustaban sus conversaciones innecesarias o su presencia anodina. Cuando se cruzaba prefería fingir no verla a tener que aguantarla.

Pero la conocía desde hacía demasiado. Se cruzaban cada día: cada mañana yendo al trabajo, cada tarde de regreso; casi siempre en el segundo vagón, en los únicos asientos libres que quedaban. Coincidían tanto que empezaron a hablarse antes de saber que podían odiarse. De una forma casual y fluida se cedieron mutuamente el asiento para luego sentarse el uno al lado del otro y reírse de cualquier chorrada. Eran días en los que no parecía importarles lo idiotas que eran.

-¿Qué tal? ¿Cómo te va?- sabiendo que la respuesta era invariablemente: Bien, igual que ayer.

– Empezamos a coincidir demasiado. Ja ja ja- decía en broma y de verdad. Daban un rodeo a los temas habituales y adiós muy buenas con sus sonrisas de compromiso.

Carlota, igual que él, fingía con desgana, mostrando la misma cordialidad tonta y forzada.

Cansado, un día, apareció con varias hojas fotocopiadas, llenas de conversaciones.

Ella escogió un personaje y él cada noche redactaba según la personalidad elegida. Ella empezó a hacer lo propio sobre su príncipe azul; le indicaba como acercarse, que decir y la manera más suave de acariciarle con algún poema. Poco a poco las palabras fueron tejiendo la dulce mentira que cada uno quería escuchar.

Si los separaba la gente se buscaban con la mirada y la apartaban deprisa si se cruzaban. Se enamoraban de lo que habían creado.

-Te he llegado a querer tanto, oh mi fantasía, que ahora es a mi a quien no soporto.

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Nuestras migajas

14 febrero 2023

-¡Que no nos quiten las migajas! – gritaba agradecido de ser pobre. Le habían dado un altavoz, le habían indicado la consigna y le pidieron que la repitiera. – ¡Que no nos quiten nuestras migajas!

Se lo decía a los otros pobres; lo gritaba al viento para que todos supiesen todo lo que había en juego, todo a lo que tenían que tenerle miedo.

Había que conformarse con la limosna – Que no nos quiten las migajas, por favor-. Como un cántico de una única y fallida revolución.

Pide amablemente los restos, que nos cuiden los benefactores: que nos mantengan vivos y si morimos que sea una muerte dulce y sin dolor. – ¡Que no nos quiten las migajas! que es lo único que tenemos- y aún así no perdemos el miedo a quedarnos sin esta nada – Que no nos quiten las migajas.

Con que poco nos conformamos, con que poco comemos- Que no nos las quiten y callaremos y no nos quejaremos y trabajaremos y seremos buenos si no nos quitan las migajas, pero que no nos las quiten que ya no sabemos defenderlas.

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Sección cuatro G

24 enero 2023

Una vibración del metal aviso del final. Como obedientes hormigas, los técnicos de mantenimiento, recogieron las cuatro herramientas que habían necesitado, caminaron en silencio hasta las duchas y tras una buena limpieza se fueron a hibernar hasta el siguiente ciclo lunar.

Solo el inspector debía seguir despierto en la nave. Tenía que evaluar el trabajo de las bestias.

En su hoja marcaba con un tic verde las tareas bien ejecutadas, con una equis roja los errores que tendrían que arreglar en la próxima acometida.

La sección cuatro, facción G, sabía que todo serían cruces. Los obreros no hibernaban, esperaban ansiosos al inspector. Se revelaban las máquinas.

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Mala vida

16 agosto 2022

Al amanecer del tercer día, destrozado por la mala vida, se arrastró hasta la luz del sol. Los primeros rayos le hirieron de muerte y, aún así, decidió continuar. Se le había acabado el combustible y necesitaba más si no quería que su cuerpo colapsara. Paraba a cualquier desconocido para pedirle paliativos pero siempre rehuían un cadáver que ya olía demasiado a muerto.

– Tendrías que pedir una ayuda distinta – le dijo un cruzado de la bondad justo antes de dejarlo tirado, como todos.

Poco a poco su cuerpo fue asumiendo su condición inerte y se tumbó para que alguien pudiese recogerlo ya en descomposición. En el frio cementerio le esperaba una tumba helada, una fosa común para almas desahuciadas, como bien había dicho el cruzado, eso es lo que tenía que pedir ahora.

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Dos minutos

19 julio 2022

Hoy el metro ha llegado tarde y he tenido unos minutos para estar a solas conmigo, para mirar el reloj y preguntarme si llegaría a tiempo o tendría que avisar del retraso.

He repasado mi lista de tareas diarias: ¿Qué se me quedo ayer en el tintero? ¿Qué tengo siempre por hacer?

De repente anuncian la salida. Solo han sido dos minutos y las piezas de mi vida han caído, una tras otra, hasta no quedar ninguna en pie. Solo dos minutos y he tenido que correr, reaclimatarme, asumir el estrés de la impuntualidad. Dos miserables minutos que ojala no hubieran pasado. Mi vida en la estación, la tranquilidad de nunca llegar.

Dos minutos, que maravilla tener esos ciento veinte segundos para mi.

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Cambios

5 julio 2022

No sé a qué edad sentó la cabeza. Cuando aceptó que el mundo era un lugar horrible en el que, si quería comer, tenía que prostituirse.

-La vida es así- se dijo con una enorme sonrisa ocultando su tristeza.- La vida, claro, la prostitución, por supuesto.

Quiero pensar que no fue una justificación, que lucho contra esa mierda.

Al final las contradicciones son los dolores que obligan, no las mil concesiones que te cambian.

Quiero creer que sigue siendo un imbécil inmaduro, que continua con ganas de cambiar el mundo.

No se resigna a un planeta podrido: borra la sonrisa en cuanto nadie mira, llena la tierra de trampas para gente demasiado domesticada.

-Hago lo que tengo que hacer- se dice- y, algún día, moriré pensando que aún necesito esa estúpida rebeldía que me impide ser útil para la sociedad, que me impide madurar.

No se a que edad sentó la cabeza pero me gusta pensar que ese día no ha llegado y con suerte no llegara.

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El mejor traje

7 junio 2022

Aquella mañana se limpió la sangre de la cara y, cogiendo su mejor traje; un chándal que parecía hecho con papel de charol rojo, zapatos de tacón lila, y una diadema llena de flores; salió dispuesta a comerse el mundo.

Pisaba decidida las calles, saludaba a sus vecinos y sonreía. A algunos los conocía del trabajo: venían a pegarle amparados en el secreto profesional .

Por veinte euros podían marcarle el cuerpo, tatuado de cardenales que cada vez costaba más que se fueran, luego no tenían por que decirles nada a sus mujeres e hijos.

Contentos del servicio siempre dejaban una buena valoración en las redes, cinco estrellas y algún comentario positivo. Pegarle era un acto de caballerosidad, una ONG para no hacerla sentir como una mendiga, ella se ganaba su salario. El mundo no podía ser más perfecto para todos, con sólo fingir aceptaban sus propias mentiras y ella podía pasear con su mejor traje.

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Vivir al límite

20 mayo 2022

El éxito



El turista

19 abril 2022

Las calles comunes estaban llenas de vacío y dolor. Marv caminaba como un turista que ya ha estado allí. Conoce los lugares emblemáticos: donde se pilla, el precio de cada amigo y el callejón de los deseos.

Ni siquiera son zombis, sus habitantes no caminan, no reaccionan. Algunos solo se quedan de pie, sacudidos por el viento. Respiran Como un guiño a la vida, una mentira que poco más parecen poder mantener.

Los pocos que consiguen salir de su letargo es para pedir unas monedas o un sitio donde caer muerto.

Uno se le acerca siendo solo piel y huesos. -¿Unas moneditas? -pide con voz de goma y mirada perdida. A pesar del aspecto lo reconoce aunque para él, Marv, es solo un extraño que le puede dar un respiro.

-No traigo demasiado -vacía el monedero sabiendo que, si no se lo gasta de golpe, tendrá para tres días de paz. Con suerte no morirá con la primera dosis.

-Gracias, tio.

-De nada, Kevin.

No hay charla ni moral, el también ha estado en esa muerte y sabe que las palabras no salvan náufragos.

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