La medida del traje
1 abril 2024Una noche más juntó en un cesto de mimbre los restos de viva que había podido recuperar. Parecía la frágil piel de una serpiente tras varios días al sol. Pasó sus manos desnudas, intentando recordar como se había hecho cada herida, como se había caído y si se había levantado o se había quedado tumbada allí, muerta.
Con cada noche que pasaba su traje era más pequeño. Los retales que quedaban para coser eran casi ridículos; como si la antivida fuera comiéndose sus momentos más felices, como si necesitase recargarse de algo que no podía. Cogió parte de los vicios que había acumulado.
Antes, siempre antes, dormía bien con una pequeña dosis pero, con su traje tres tallas menos, comido por las polillas de la tristeza… intento parchearlo con más y más vicio.
-Mañana será otro día -se mintió. Sería el mismo día, la misma repetición con un disfraz más pequeño, con una vida más quemada que ya no sabía con que rociar para apagar el incendio.
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La casa del pueblo
19 febrero 2024La antigua fábrica textil fue desmantelada en un suspiro. Sacaron los telares, despidieron a los trabajadores y el barrio perdió la poca promesa de supervivencia que le quedaba a la gente. Unicamente el impresionante edificio, bueno para nada, seguía en pie.
– Habrá que derruirlo- dijo el hombre del ayuntamiento.
– ¡No! – gritó el pueblo que no quería un nido de ratas como el resto de solares que iban apareciendo como calvas – Pedimos, exigimos, que se destine para uso del pueblo.
Y el ayuntamiento, con la mirada puesta en el horizonte de las cercanas elecciones, donó el recinto – Disfrutad del regalo , cortesía del partido Tal y Pascual.
Que giro inesperada cuando ninguna asociación lo quiso para alguna actividad bien intencionada y mal organizada. Cada metro cuadrado se destino a la gente que había perdido trabajo, la casa, la vida… Ahora tenían un sitio gratis en el que vivir y, entonces, el ayuntamiento, presionado por constructores y arrendatarios afirmó que eran mejores las ratas.
Echo a la gente, tiró el edificio y la especulación regreso al barrio.
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Todos en marzo
29 enero 2024En marzo nos habían echado a todas. Una máquina, la te lo hago barato 3000, podía hacer lo mismo que nosotras pero más rápido, más barato, sin protestas ni días de fiesta.
Primero tantearon el producto, convivimos aproximadamente seis meses en los que la máquina aprendía de nuestras rutinas. No tenéis que tenerle miedo, nos dijeron justo antes de despedir a la mitad, luego quedamos un cuarto de los iniciales y para marzo la empresa estaba totalmente automatizada.
Un robot iniciaba la producción a los nueve. Aceite y metal era el futuro mientras que carne y huesos nos retirábamos a morir en un rincón.
Pronto se acabaron los escasos ahorros que teníamos, pronto vimos como mañana era un lugar desolador.
El resto de empresas no estaban mejor. Sufrían el mismo cambio, era imposible conseguir un empleo si no estabas hecho de titanio. Íbamos pensando en la extinción cuando alguien entendió que nuestra fuerza estaba en nuestras manos.
Empezamos a cultivar huertos en Casa, construimos desde los desechos y nos intercambiábamos necesidades. Tejimos una red donde todos eramos bienvenidos menos los empresarios que veían como sus productos caducaban sin que la carne tuviese dinero para mover el capitalismo.
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Navidad, soleada navidad
15 enero 2024A finales de enero aún seguía la navidad adornando nuestra casa. Los pastores camino de belén para adorar al niño mientras que, los tres reyes, arrodillados en el portal colmaban de oro, incienso y mirra a la pequeña figura.
Al árbol sintético era al único al que se le había arrebatado su espíritu navideño. Para que la gata dejase de jugar, habían guardado sus bolas en cajas de cartón, dejando desnuda su estructura de plástico y alambre, como si la planta artificial hubiese enraizado en el suelo del piso.
En las ventanas fue la propia erosión la que empezó a desdibujar los motivos hechos con espray de nieve. El blanco se esparcía como si alguien hubiese restregado sus manos por encima, llevándoselo hasta marzo.
En abril quedaba algún resto de abrir regalos, se habían amontonado sobre el mueble del recibidor como una montaña de inutilidades. Aún pensaban en que hueco los esconderían mientras pasaba el tiempo prudencial que les permitiría tirarlos.
Tal vez en mayo, puede que en junio o julio… caían los meses como días de hoja perenne. El polvo dejó su manto sobre la navidad, como la nieve imposible de agosto. Septiembre y alguien dijo- Puede que sea el momento de recogerlo todo.
Quitarían primero los adornos pero, en octubre, nadie lo hizo. Paso noviembre y, por fin, a mediados de diciembre, mi tío dijo que traía mala suerte alargar tanto la navidad. Por eso lo acabaron colocaron todo en cajas, para volver a montarlo al día siguiente. Que nadie los acuse de dejadez, de desidia, de vagos.
Se habían mezclado con Hallowen, enredado con cupido y Sant Jordi, todas las fiestas habían sido una y volverían a serlo.
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Al calor de la vejez
8 enero 2024En aquella época del año era habitual ver familias enteras que se parecían entre ellas. Imitando a los viejos seriales de televisión con madre y padre perfectos, niños con el punto exacto de ternura y travesura. Dos abuelos entrañables coronaban la estampa, él con barba cana y ella con delantal y sonrisa constante.
Diversos, elegantes, fingiendo amabilidad y buenas maneras.
La gente los paseaba orgullosos, presumiendo de las ausencias del año con el exceso de unos días.
Muchos de aquellos abuelos habían sido adoptados para generar esos momentos mágicos. Los más jóvenes disfrutaban de opíparas cenas de nochebuena y atracones en navidad. Luego se llevaban tupperwares con las sobras para recordar durante una semana la melancolía de las fechas.
Ya llegaría el abandono, la rutina ahogando la imagen idílica.
Muchas adopciones de gente mayor no llegan a buen termino.
– iFeliz Navidad!- se recargaban ahora que podían, reservaban para que la sensación les durase un año entero. Con suerte, algunos, estarían vivos para la próxima adopción.
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El empleado modelo
7 noviembre 2023Un día descubrió que podía vivir sin lo esencial. ¿Comer? ¿Respirar? producir era lo único que le exigía su empresario y se puso a trabajar como una mula.
Ni la muerte le detuvo- Se lo debo todo al amo- se decía circunspecto-. No necesito nada más si él es feliz.
Y no se mentía, se lo creyó incluso en su prematura muerte; a pesar de los dolores, a pesar del silencio. Fabricar, construir, obedecer… esa era su única vida.
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