Problemas de comunicación

9 mayo 2023

-¡Dime su nombre! – En una dicción perfecta, remarcando cada sílaba de una forma impecable.

No había duda sobre su demanda y, aún así, Jorge miraba aquel hombre pequeño y desgarbado como si no supiese de que le estaba hablando.

-¡Dime su puto nombre! – volvió a gritarle sin apartar la mirada.

Paralizado articuló como pudo la pregunta -¿Yo?

– ¡ Pues claro, imbécil!- remarcó el insulto- ¡Dime el jodido nombre!

Jorge lo miró de arriba abajo sin conocerlo, sin saber de quien le hablaba. Con un gesto trató de quitárselo de encima, algo que todavía cabreó más a su interlocutor.

Golpeó su rostro, lo zarandeo hasta hacerlo vomitar pero no consiguió que le diera un nombre, el nombre.

– ¡Dímelo!

-¿Andrés?- Escupió con duda, al azar.

Pero el otro noto la indecisión así que continuó pegándole hasta dejarlo muerto.

No hubo más nombre, no más exigencias.

Murió por nada, sin saber.

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El festival de las mil preguntas.

10 mayo 2022

En el libro ya había más de mil preguntas, muy pocas respuestas. Cada año, por el festival, desde hacía más de un siglo, se añadían al menos siete cuestiones a las ya existentes, normalmente mas. Una por cada monje custodio que, posiblemente, se había pasado los últimos trescientos sesenta y cinco días pensando cual sería su aportación al libro de los enigmas.

Cada habitante, cada viajero que se encontrase en la ciudad de Penyagó, tenía la oportunidad de presentar alguna duda que creyese digna de ser incluida. Estas eran valorados por los monjes que, en el plazo de un mes, presentaban las que serían finalmente incluidas en sus páginas .

El festival atraía a mucha gente que venía para escuchar la lectura de las dudas .

El monje lector, cargo que rotaba cada año, escogía las más relevantes y las lanzaba al pueblo, para que aquel año, cualquiera, pudiese buscar una solución.

Así, la religión de las mil preguntas, no daban respuestas fáciles a miedos ancestrales. Más como una ciencia, ofrecía caminos de pensamiento que cualquiera podía aceptar o rechazar, acercarse al libro, leer dudas ofrecer las suyas a quien las quisiera resolver. Los enigmas solucionados, cada vez más complicados, eran celebrados y a la vez cuestionados. No debían haber verdades absolutas en el festival de las mil preguntas.

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