Cuenta la mitología que Pandora dejó escapar todos los males sobre la tierra, todos menos uno. El más terrible, el peor, lo consiguió encerrar en una pequeña cajita que, desde entonces, protege con su vida. Si alguna vez escapa sera el final de la humanidad.
Leonor levantó la pesada tapa forrada de terciopelo y miró por la rendija que se había formado. – aquí no hay nada- le dijo al cuerpo desmayado de Pandora- ¿¡para nada he tenido que drogarte!?- evidentemente no obtuvo respuesta.
De repente, sin que se diese cuenta, un grano de arena se escapó del arca, también una gota de agua que colmo el vaso.
Pasado un instante una marejada inundaba la habitación. Golpeada por las frías aguas, Pandora, se fue desperezando- ¿¡qué has hecho!?- gritó a Leonor. Esta, nerviosa, jugaba con barquitos de papel que se hundían irremediablemente. Con los ojos idos y el corazón excitado, le respondió con una risa penetrante.
– Nada.- consiguió articular- Lo solucionare- pero en realidad no sabía como arreglar todo lo que había desencadenado.
Pandora, asustada, intento beberse toda el agua, comerse toda la arena. Tragó hasta que no pudo soportarlo más, se quebró y se volvió tan loca como su amiga. – lo solucionare- canturreaba Leonor- lirulilo solucionare, rado.
– Rado, laro- siguió Pandora la tonada mientras el líquido las cubría por completo, llenando la habitación, pudriendo sus paredes hasta lograr romperlas e ilurilu, larala por el mundo loco la.
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