El barrio de los mancos

5 junio 2011

De seis a ocho, de cuando no tenía derechos ni aparentaban dárselos, mi padre giraba planchas de plástico sobre la prensadora. Por eso le habían galardonado con el título nobiliario de oficial de primera, una forma de decirle que ya llevaba más de cuarenta años salvando todos sus dedos, que había tenido más suerte que sus compañeros que se iban jubilando trocito a trozo, hasta que la mano les quedaba inútil y podían volver a casa con sus familias.

Don Genaro, el rey de los mancos, siempre le preguntaba cuanto más iba a durar.- Ya estas muy viejecito para seguir este ritmo, dentro de poco la máquina te reclamara como a todos-. Mi padre respiraba hondo y hacía odios sordos. A veces lo llamaba al despacho, le enseñaba varios gráficos, los números de las cuentas y le pedía que fuese más rápido, que doblase su faena- Es importante para todos que la empresa sea un poquito más competitiva y si has sobrevivido hasta ahora seguro que resistes la nueva velocidad.-

Y aguantaba. Mi padre era un buen esclavo, hacía su faena mientras su cuerpo se rompía en silencio. Cada semana un aprendiz nuevo dejaba la fábrica de muñones mientras el mantenía la producción.

Un día su caderas fallaron, giraron demasiado frágiles y ya no servía para su puesto. Lo prejubilaron con diez dedos y dolor crónico.

Dicen los políticos que tendremos el estado de bienestar que nos podamos pagar. Los médicos que atendieron a mi padre, las enfermeras, todo el personal del hospital le han felicitado por la suerte que ha tenido al operarse ahora, dicen que a partir de ya todo ira a peor. Les han cerrado plantas enteras y los enfermos se mezclan en las que han sobrevivido. Dentro de poco tendrás que llegar con un corte hecho en casa y las suturas se harán pegando trocitos de celo. Parece ser que necesitamos mutuas para curarnos los resfriados, necesitamos desembolsar un dinero que no nos pagan para que nuestra vida pueda seguir su curso. Si no puedes aprieta los dientes, aguanta como mi padre hasta quebrarte… eso o en lugar de tocar la sanidad tocamos a los políticos, a los banqueros y a todos esos pajarracos que viven de cadáveres ajenos.

LaRataGris.


El vendedor de seguros

11 abril 2011

Dice mi doctora que me deriva preferente para las pruebas, me llamaran lo antes posible y, aún así, me pide perdón por el futuro retraso que acabara con mi vida. Mientras ella enumera los motivos y excusas un albañil divide su consulta en dos. La mitad para Montse el resto lo realquila el gobierno a un tratante de esclavos.

– Están recortando gastos- me comenta mi médica pluriempleada como camarera- por qué usted no tendrá mutua ¿verdad? Eso aceleraría el proceso.

Siempre alaban sus beneficios. Más puestos de trabajo, recuperación económica del país,…un tratamiento a tiempo para mi enfermedad. Por desgracia no me puedo permitir ninguna. Me conformo con mi lento fallecer en la sala de espera, abrazado al seguro que me ha vendido un celador, garantía de un bonito entierro.

De repente le grito al ordenador del mostrador. Atacado de dolores construyo como puedo las frases, le increpo y finalmente, derrumbado, le suplico- por favor, dame hora, no tengo nada más…no puedo…más- pero los números no entienden de vida y el capital necesita curarse por encima de las personas….

LaRataGris