Un corazón de alambre

2 junio 2014

El artesano

De alambres y plástico, le pintó unos ojitos tiernos y labios de fresa con un pincel fino. El artesano abrazó a su amada sintética y le susurro un te quiero al oído. Pero ella no le quería, no de la misma manera.

Cerró los ojos tumbado a su lado y la dejo descansar, había sido un día demasiado largo y la pega aun no estaba seca, las grapas no se habían absorbido, así que la beso en sueños mientras esperaba que ella, la física, se acostumbrase de la misma manera.

Pasaban los días y seguía ignorando sus caricias. El desprecio se palpaba en su no hacer nada, había tal desdén en su inmovilidad que no necesitaba ni girarle la cara y, eso, lo estaba volviendo loco.

Una noche, harto de que sus caricias fueran como cicatrices, desnudo su cuerpo de plástico y la empujo contra el suelo donde la poseyó. – esto,- le susurro- si que te va a doler, zorra-. Cuando acabo con ella su amor parecía un frio cadáver que dejo en el container, camino de la ferretería donde compraría más alambre.

El artista

-Como lloran los cuerpos inertes- el artista camina entre los desechos de los artesanos buscando alguna pieza, aun viva, que rescatar. Recoge los mecanismos desahuciados, las carcasas por contener, los alientos que aún no se han volatilizado. Los guarda con mimo en tarros de conservas donde esperaran la reencarnación. Protege sus pulmones con una máscara de pintor, telas destrozadas son sus corazas contra el frio y sus manos agrietadas, desnudas, aman lo que toca.- ¿ por qué los artesanos siguen estos patrones? Esta perfección que niega la belleza de la casualidad, del error acertado…- de repente el tacto helado de ella acelera su respiración. Siente el tormento del dolor en un cuerpo al que jamas se le otorgo la vida. Lo carga a su espalda y se aleja sabiendo que lo que jamas ha vivido tiene que nacer.

En casa busca entre la basura de sus tarros y con alambre de espino dibuja un motor para su pecho vacío. Las espinas penetran su carne de plástico, el corazón comienza a latir y, con un estertor, traga el aliento necesario.- ¿ donde estoy?- y el artista guarda silencio mientras ella lo mira todo- ¿ quien eres?- pero por un motivo que desconoce son preguntas que no tienen importancia, de repente siente la necesidad de abrazarle. El calor y la presión hace que, finalmente, se reabsorban todas las espinas que salen en forma de lágrimas por sus ojos pintados y expulsando el dolor comienza a vivir.

LaRataGris


La corte marchita

20 diciembre 2011

Fue alrededor de las más hermosas flores, junto a un estanque sobre el que se paraban los rayos de sol para amarse, allí donde rompían las partículas en una orgía de luz y color hizo un alto la corte marchita y su rey decidió que se quedarían por toda una vida.- Estas tierras- proclamaron sus vientos- pertenecen desde ahora y por siempre al monarca supremo-. Buscaban lejos del palacio un sitio en el que esconder su decadencia.

Su majestad era un anciano arrugado al que su joven concubina pretendía planchar a base de caricias y húmedas palabras. Siempre se mantenía desnuda, pegadita a la piel del viejo para que nunca le faltase el calor que había perdido. Ella era la encargada de recordarle quien cuidaba sus flácidos pellejos, quien besaba sus labios de aliento putrefacto y quien merecería el trono en su cercana muerte. A su espalda la corte se extendía en una regia cola de vividores y pretendientes profesionales, jamás bajaban la guardia, siempre con el pertinente halago al hermoso, divertido y campechano amo de todas las tierras a las que alcanzaba la vista.

La fila, cada vez más infinita, iba relegando los peores trabajos a los que esperaban una oportunidad en el final de la misma. La última mierda tenía que correr de aquí para allá con los caprichos que bajaban por la serpiente de hombres y mujeres. Los privilegios de las más altas esferas se iban engordando de boca a oído hasta cargar de tareas al pobre infeliz que recibiese el encargo. El rey quiere faisán, la reina añade otro y cada súbdito pide más platos al transmitir la orden- faisán, patatas, pato, cochinillo, lechón,…- un festín a preparar por uno que adula, se desvive y evidentemente se cansa de ser un peón satisfaciendo tanto cuerpo flojo.

La última mierda dejó de endulzarles la vida, no quiso preparar ni arreglar nada más. Recibía encargos que obviaba y les hubiese obligado a trabajar si no fuera por que sus superiores desconocían la palabra y su significado. Empezó a cuidarse el sólo, con todo lo que sabía no necesitaba a nadie más. Por las tardes, cuando acababa de pensar en el se sentaba a ver como la corte marchita hacía honor a su nombre e iba palideciendo de hambre y vagancia. No quedó nadie por heredar el trono.

LaRataGris