Droganónimo S.L.

15 junio 2021

Se habían propuesto ser los mejores; no solo querían vender droga, querían que les compraran una experiencia única.

Cubículos reservados, decorados temáticamente para el gusto de un cliente exquisito. Los yonkis agradecían el trato diferencial, la extraña amabilidad con que los camellos les recibían. Aunque pagaban un poco más por cada gramo de obsesión, merecía la pena cada céntimo invertido por una mierda de mayor calidad que el resto.

El gobierno, atento, legalizó los paraísos que encerraban los problemas y, mejor aún, daba buenos dividendos.

Los gestores se volvieron locos adaptándose a la nueva realidad de los pequeños vendedores que pasarían de falsos autónomos a rígidos empresarios: haciendo estudios de mercado, tratando mal a sus empleados, intentando evadir los impuestos que ahora empezaban a pagar. El capitalismo lo había vuelto a hacer, fagocitaba, digería en marca blanca lo que creía necesario.

LaRataGris


La puerta intermitente

28 julio 2014

No siempre se abría. A veces era como una pared, con cerradura y picaporte eso si. En tantas ocasiones la abría para salir a la calle y ella daba a un patio andaluz, le llevaba a Groenlandia o al espacio exterior donde lo pasaba francamente mal sin la camisa de fuerza adecuada y con un vacío tan pesado que lo mataba.

De regreso no siempre acababa en su hogar, creo que eso sólo paso una o dos veces y para entonces ya no le pertenecía. Hombres simios la habían adquirido, por mucho menos de lo que el tampoco podía pagar y amueblada, en una subasta pública.

Un día, cualquiera que escojas estará bien, el señor agente, muy educado y extremadamente poderoso con todas sus armas legalizadas, llamó a su puerta intermitente para informarle que aquello que hacía era allanamiento de morada y que tenía que irse. A cambio, por supuesto, le regalo varias puertas recias con rejas que no sabían explicar historias. Siempre desembocaban en el mismo cubículo gris donde nada importa y ya nada se puede.

LaRataGris