
Vamos, a levantarse
Se habían propuesto ser los mejores; no solo querían vender droga, querían que les compraran una experiencia única.
Cubículos reservados, decorados temáticamente para el gusto de un cliente exquisito. Los yonkis agradecían el trato diferencial, la extraña amabilidad con que los camellos les recibían. Aunque pagaban un poco más por cada gramo de obsesión, merecía la pena cada céntimo invertido por una mierda de mayor calidad que el resto.
El gobierno, atento, legalizó los paraísos que encerraban los problemas y, mejor aún, daba buenos dividendos.
Los gestores se volvieron locos adaptándose a la nueva realidad de los pequeños vendedores que pasarían de falsos autónomos a rígidos empresarios: haciendo estudios de mercado, tratando mal a sus empleados, intentando evadir los impuestos que ahora empezaban a pagar. El capitalismo lo había vuelto a hacer, fagocitaba, digería en marca blanca lo que creía necesario.
LaRataGris
-No tengáis miedo- el estadista de altura, en realidad, en la realidad, el hombre pequeño al que la vida le excede, él, se sentó sobre su trono de estiércol e intento calmar a su horda de no vivos- la existencia volverá a sonreírnos. Únicamente hemos de esperar el próximo ciclo.
Muchos de los suyos, de cortas entendederas, le aplaudieron. El resto de zombis, temerosos de perder sus privilegios, también palmearon sus palabras a la par que murmuraban a sus espaldas preocupados-¿ y si no se soluciona por arte de magia?
-Nuestros enemigos-gritaron los titiriteros- no están preparados para la ardua tarea.
Descalificaban, tergiversaban y se agarraban a cualquier trapo sucio, por pequeño que fuese. Los patinazos contrarios eran la droga que deseaban como un yonki anhela su falso paraíso.
Mientras tanto, en otra realidad que comparte espacio, los que llaman huestes del averno no se apostaban para el asedio, no preparaban la guerra como estipulaba el código de las buenas prácticas para que todo aparente cambiar sin cambiar. El ejercito de los perdedores atacaba sin más, sin gritar, sin orden ni jefes. Envolvieron los desiertos de una niebla de vida espesa, de esperanza, que es lo poco que les quedaba.
– A veces; cuando decís que no estamos preparados para hacer las cosas, significa que no las haremos como vosotros habéis hecho hasta ahora. Y eso es bueno por que no queremos ser vosotros, ganadores.
LaRataGris