Miga de pan duro

23 noviembre 2015

Aún me quedan migajas de pan sobre el corazón. Es del último segundo que le vendí al traficante de trabajadores, para poder comer una punta de pan duro y darle miel a mis cachorros. Recojo con sumo cuidado las migas amargas, una a una para ver si puedo resistir con ellas y no necesito volver a prostituirme por cuatro monedas.

Con hambre me siento medianamente satisfecho, lo suficiente como para no necesitar que vuelvan a venderme.

– Tendrás que venderte- me dijo el esclavista- esto es un todo o nada.- si me voy no podre regresar famélico, nadie querrá volver a comprarme.

– ¡Que les jodan!-me hubiese gustado tanto gritárselo, hacer algún gesto obsceno con las manos, sacarle la lengua de una forma pueril e inmadura. En lugar de hacer lo que me pide el corazón lo entierro de nuevo en las miguitas que había recogido, no quiero tener que verlo mientras vuelvo a prostituirme. Me malvende para que pueda llorar por las noches.

LaRataGris


La máquina de miel

19 enero 2015

Compró una máquina del color de la miel. A simple vista se veían partes de sus engranajes, silbando unos contra otros al rozar los dientes de sus ruedas. La puso en el recibidor donde, siempre que venía alguien, se quedaba como hipnotizado observando sus giros sin final, embriagado por el frío olor a falso metal viejo.

A las dos semanas de tenerlo algunas de sus piezas comenzaron a oxidarse. El movimiento de la perfecta máquina color miel empezaba a ser lento y farragoso, carente de cualquier belleza observable.

El dependiente del bazar sólo tenía una solución; le ofreció comprar una nueva.- para mi también es un engorro- camelaba su razón mientras la embolsaba- cada catorce días, un mes máximo, tengo que desechar las que no he vendido por lo mismo. Pero claro, usted entenderá, es un producto tan apetecible. Si unicamente no fuese tan bella, si no se vendiese.- Realmente era una máquina exquisita, de delicados silbidos y precisos contraejes, no podía no poseerla.

Compró una máquina color miel para sustituir la que había perdido y una segunda para el dormitorio, donde se iría durmiendo mientras respiraba el estatus de su compra. Tenía dos máquinas color miel y no descartaba una tercera para la cocina.

LaRataGris